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La vision beatifica en la gloria |
OUR VOCATION TO BEATITUDE
I. The Beatitudes
1716 The Beatitudes are at the heart of Jesus' preaching. They take up the promises made to the chosen people since Abraham. The Beatitudes fulfill the promises by ordering them no longer merely to the possession of a territory, but to the Kingdom of heaven:
Blessed are the poor in spirit, for theirs is the kingdom of heaven.
Blessed are those who mourn, for they shall be comforted.
Blessed are the meek, for they shall inherit the earth.
Blessed are those who hunger and thirst for righteousness,
for they shall be satisfied.
Blessed are the merciful, for they shall obtain mercy.
Blessed are the pure in heart, for they shall see God.
Blessed are the peacemakers, for they shall be called sons of God.
Blessed are those who are persecuted for righteousness' sake,
for theirs is the kingdom of heaven.
Blessed are you when men revile you and persecute you
and utter all kinds of evil against you falsely on my account.
Rejoice and be glad,
for your reward is great in heaven.12
1717 The Beatitudes depict the countenance of Jesus Christ and portray his charity. They express the vocation of the faithful associated with the glory of his Passion and Resurrection; they shed light on the actions and attitudes characteristic of the Christian life; they are the paradoxical promises that sustain hope in the midst of tribulations; they proclaim the blessings and rewards already secured, however dimly, for Christ's disciples; they have begun in the lives of the Virgin Mary and all the saints.
II. The Desire for Happiness
1718 The Beatitudes respond to the natural desire for happiness. This desire is of divine origin: God has placed it in the human heart in order to draw man to the One who alone can fulfill it:
We all want to live happily; in the whole human race there is no one who does not assent to this proposition, even before it is fully articulated.13
How is it, then, that I seek you, Lord? Since in seeking you, my God, I seek a happy life, let me seek you so that my soul may live, for my body draws life from my soul and my soul draws life from you.14
God alone satisfies.15
1719 The Beatitudes reveal the goal of human existence, the ultimate end of human acts: God calls us to his own beatitude. This vocation is addressed to each individual personally, but also to the Church as a whole, the new people made up of those who have accepted the promise and live from it in faith.
NUESTRA VOCACIÓN A LA BIENAVENTURANZA
Las bienaventuranzas
del Catecismo de la Iglesia Catolica
1716 Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos. (Mt 5, 3-12)
El deseo de felicidad
1718 Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer:
Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada. (S. Agustín, mor. eccl. 1, 3, 4).
¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti. (S. Agustín, conf. 10, 20.29).
Sólo Dios sacia. (Santo Tomás de Aquino, symb. 1).
1719 Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe.